“La felicidad “es” el camino; así que atesora cada momento que tienes y atesóralo más cuando lo compartiste con alguien especial, lo suficientemente especial para compartir tu tiempo y recuerda que el tiempo no espera por nadie... así que deja de esperar hasta que bajes cinco kilos, hasta que te cases, hasta que te divorcies, hasta el viernes por la noche, hasta el domingo por la mañana, hasta la primavera, el verano, el otoño o el invierno o hasta que te mueras, para decidir que no hay mejor momento que éste para ser feliz... la felicidad es un trayecto, no un destino.” Eduardo Galeano
Pensemos en tres cosas que nos hacen felices en la
vida, para luego anotarlas en un papel. Tras unos minutos de reflexión, a
continuación, nos planteamos una segundo interrogante: La educación que hemos
recibido siendo niños y jóvenes, ¿nos enseñó a disfrutar alguna de esas tres
cosas que hemos anotado?.
Generalmente,
las respuestas que obtenemos son variadas, pero suelen coincidir en que la educación
recibida no nos enseñó a ser felices o, si lo hizo, no fue de un modo tan intencional
y sistemático como con el resto de los aprendizajes. Si reflexionamos a fondo
sobre este hecho, descubriremos una tremenda incongruencia: la felicidad es la meta
primordial de todo ser humano y, sin embargo, la escuela no la suele considerar
como uno de sus objetivos esenciales.